La familia Gillette emigró desde Inglaterra a Massachusetts (Estados Unidos) en 1830, aunque nuestro protagonista, de nombre King Camp, nació en Wisconsin en 1855, y acabó viviendo, junto a sus padres, en Chicago, Illinois, siendo testigo directo del Gran Incendio de la ciudad de 1871. No fue un buen estudiante y pronto orientó su vida laboral como vendedor. Pasada la treintena, mientras Gillette trabajaba como comercial para Crown Cork and Seal, empresa dedicada a fabricar tapones de corcho para botellas, reparó en lo brillante del modelo de negocio: elaborar un producto que se descarta tras uno o pocos usos.
Por entonces ya hacía varias décadas que existían las maquinillas de afeitar, mucho menos peligrosas que las tradicionales navajas, como sustitutas de la visita al barbero. Sin embargo, la hoja de acero forjado de las maquinillas debía afilarse a menudo con una correa de cuero. ¿Y si esa hoja pudiera ser desechable?, se preguntó Gillette. Los ingresos serían constantes, y el margen de beneficios, si se conseguía una hoja lo suficientemente delgada, elevadísimo. Encontrar una cuchilla que se pudiera desechar una vez perdido el filo a coste razonable permitiría satisfacer una necesidad real y podría ser fácilmente rentable. La maquinilla podría incluso venderse a bajo precio, porque el beneficio sería el flujo de cuchillas de usar y tirar. Gran idea, aunque la tarea de dar con un acero tan fino no sería fácil.
Las maquinillas de afeitar ya existían desde mediados del siglo XIX pero utilizaban una hoja de metal forjado. En los años 1870, los Hermanos Kampfe presentaron un nuevo modelo de rasuradora. Gillette mejoró estos diseños iniciales e introdujo la hoja de acero estampado para la cuchilla. Pero cuando lo consiguió ya no era un jovencito (se había casado en 1890, sólo tuvo un hijo) porque el proceso se dilató muchos años. La parte más difícil del desarrollo fue el diseño de las hojas, ya que el acero barato era muy complicado de trabajar y de afilar. Steven Porter, ingeniero colaborador de Gillette, uso sus diseños para crear la primera navaja desechable que funcionó. William Emery Nickerson, otro experto y socio de Gillette, modificó el modelo original, mejorando el mango para poder soportar mejor la hoja de acero. Nickerson diseñó también la maquinaria para la fabricación de las maquinillas.
Gillette fundó su propia compañía, la American Safety Razor Company, el 28 de septiembre de 1901 (cambiando el nombre de la compañía a Gillette Safety Razor Company en julio de 1902). La producción arrancó dos años después. La navaja de Gillette salió al mercado a un excesivo precio de 5 dólares -la mitad del salario promedio semanal de un trabajador- por lo que el primer año sólo vendió unas cincuenta maquinillas y 168 cuchillas. Sin embargo, el segundo año superó las 90.000 y las 123.000, respectivamente. Las técnicas optimizadas de fabricación, junto con una política de precios agresiva y recurrentes campañas publicitarias, obraron la magia. En 1908 la compañía tenía fábricas en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia y Alemania. Para 1915 las ventas ya se situaban en 450.000 maquinillas y más de setenta millones de hojas. La marca era tan famosa que hizo célebre en todo el mundo el rostro de Gillette, impreso en las cajetillas. La gente se sorprendía, cuando lo descubría, que Gillette fuera una personal real y no solamente una imagen de propaganda. En 1917, con la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, la compañía entregó a todos los soldados estadounidenses un set de afeitado pagado por el gobierno.
En los años veinte, Gillette se propuso desarrollar la primera innovación mecánica desde la fundación de la empresa: aportar mayor precisión al ángulo de la hoja y mejorar el agarre, así como los ajustes de apertura y cierre. También fue cuando el fundador perdió el control de la compañía al vender gran parte de sus acciones a su socio John Joyce, aunque éste mantuvo su nombre. Uno de los motivos por lo que lo hizo pudo ser su ideología: aunque parezca un símbolo del capitalismo el inventor de un producto que basaba sus beneficios en el “usar y tirar”, King Camp Gillette se consideraba un “socialista utópico”. Escribió varias obras sobre sus ideas como la de crear una inmensa megalópolis situada junto a las cataratas del Niágara, de las que extraería la energía necesaria. Él abogaba por que toda la industria estadounidense dependiera de una sola gran compañía pública, la United Company. Gracias a una eficiente mecanización, el progreso sería inevitable, y reinaría la igualdad, incluida la de género. Sus ideas tuvieron mucho eco en la época, dada la importancia del autor, pero nunca se concretaron. Gillette llegó incluso a ofrecer la dirección de la utópica United a Teddy Roosevelt, que la rechazó amablemente. Entonces recurrió al escritor y reformista social Upton Sinclair, que organizó un encuentro con el fabricante de automóviles Henry Ford. Los dos acabaron a gritos, algo previsible conociendo el conservadurismo del fabricante de autos. King Camp muere en 1932 con bastantes problemas económicos debido a sus fallidas inversiones inmobiliarias y creyendo que la empresa que fundó pudiera quebrar, y es cierto que estuvo cerca de hacerlo, en plena Gran Depresión de 1929.
Como les ha pasado a otras empresas con un gran éxito por un producto concreto (lo vimos com Oscar Mayer o Schweppes), la marca ha sobrevivido a la empresa, que dejó de existir hace 20 años cuando fue adquirida por otra de la que ya escribí en mi libro, creándose la mayor empresa del mundo en el sector del cuidado personal y productos para el hogar: El 1 de octubre de 2005 The Gillette Company fue adquirida por Procter & Gamble por unos 57 mil millones de dólares. Su último día de cotización de mercado (su ticker bursátil era G), fue el 30 de septiembre de 2005.